El cierre de las minas fue traumático para nosotros. Los pueblos mineros quedamos a merced de nuestro ingenio. Unos emigraron. De ellos, muchos lo hicieron al norte. En esta tierra encontraron el sustento para sus familias. Otros nos quedamos, con nuestros hijos y mujeres, en nuestras casas de la Compañía, casas que poco después pudimos comprar, a decir verdad, por una cantidad baja. Vivimos del duro trabajo que antaño desarrollamos en la mina, y aún hoy seguimos conservando parte del sentimiento de orfandad que dejó en nosotros la Compañía.
Desde mi silla en mi puerta, veo pasar grupos de personas, bien pertrechados, jóvenes y mayores, que recorren mi pueblo, admiran nuestras casas, curiosean nuestro casino donde jugamos al dominó, preguntan por nuestros árboles traídos del extranjero; prueban de nuestra comida; y acuden, desde grandes distancias, para contemplar las piezas que con nuestra manos tallamos y que a buen recaudo tiene nuestro museo. Quién sabe.
Tal vez algún día festejemos el cierre de las minas.
«Tal vez algún día festejemos el cierre de las minas. Memorias de un minero». Relatos de la Industria. © Eiffel Lab. 2015. Foto: Minero, de Charo Ruiz. TantoMonta Producciones.